¿Vivir eternamente? ¿Pero qué es esa locura?
- andrestorocarvalho
- 2 ago 2023
- 5 Min. de lectura

El hecho de que no pueda entender por qué hay personas que quieren vivir eternamente o incluso llegar a pasar de los cien años, siempre ha sido propio de mi pensamiento y viene o va más allá de que mi cerebro haya perdido la capacidad de generar serotonina.
Desde que soy consciente y me volví un lector empedernido y buscador de historias, me he encontrado con razones mágicas, religiosas, económicas, medioambientales, racionales y lógicas para saber y entender que la vida eterna o incluso extendida, es más que una maldición.
¿Vivir más? ¡Por Dios que no lo entiendo!, por lo menos no desde mi perspectiva personal, sin embargo sí puedo hacerme la idea del por qué desde un intento de la comprensión de la naturaleza humana. La razón: somos la especie más antinatural que existe. ¿Qué cómo se me ocurre afirmar algo así? Si existimos y evolucionamos en este planeta, enfrentando tantas adversidades como lo hemos hecho, ganándonos así la permanencia, es producto de la naturaleza, claro que sí, pero…
Un cerebro más grande

Nuestro cerebro se ha desarrollado más que el de cualquier otra especie —¿será que sí?—, desde lo biológico es posible reconocerlo porque hay evidencias científicas que lo comprueban. Solo hay que mirar el neocórtex, y claro, está la razón que salta a simple vista desde hace unos cien a doscientos mil años, y es que creció hasta convertirse en el más grande en relación a su cuerpo, entre cualquier homínido o mamífero.
Esta posesión de un cerebro más grande nos dio la capacidad de reconocernos a nosotros mismos, de experimentar con el fuego y entonces una adaptabilidad compaginada con la capacidad del raciocinio, nos terminó dando la posibilidad de prosperar en diferentes lugares de la tierra al mismo tiempo.
Sin embargo, aun siguiendo nuestra animalidad, pero combinada con el raciocinio, fuimos capaces de crear el concepto de la propiedad y perfeccionamos la división de las cosas, de fraccionar los espacios y determinar que: esto es mío. También le dimos con el tiempo, un mayor sentido a la vida si se tiene más y si lo mío es mejor que lo del otro.
La naturaleza es inhumana

A la muerte siempre le hemos temido, por eso la hemos querido alejar de nosotros, con religión, con magia, con poesía y luego con medicina, y eso no lo hace ninguna otra especie, por eso es antinatural, es decir, es muy humano. Pero, también la medicina evoluciona y la ciencia alrededor se pone objetivos cada vez más ambiciosos, como por ejemplo, combatir el envejecimiento y alargar la vida del ser humano de a pocos, hasta lograrlo indefinidamente… nada más humano.
De todas las especies que habitan el planeta somos la única que cuida a los enfermos, que alarga el sufrimiento de los enfermos en pos de que sigan viviendo, que tememos más a la muerte que a sobrevivir lisiados, que le damos oportunidad de vivir a los individuos que no pueden valerse por sí mismos o a los que no le aportan nada a la comunidad. A estas acciones las llamamos: ser humanos, y las categorizamos como bondad y compasión. A lo contrario lo llamamos inhumano y por eso no fluimos con la madre naturaleza y su curso, luchamos contra ella, la consideramos cruel porque va contrapuesta a nuestros objetivos, gustos y placeres, a lo que creemos que es justo, es decir, lo que nos conviene.
¿Vivir más? ¡¿En serio?!

Resulta que al revisar en los anales de la historia tanto de la literatura como de la ciencia, esa idea de vivir más tiempo, de ser inmortales es casi exclusiva de los hombres. Pocas por no decir casi ninguna mujer se siente atraída a esa idea, y ¡ojo!, que estoy hablando de la vida más larga, no de la eterna juventud, que aunque pareciera, no son la misma cosa, porque esto es lo que sí es atractivo para ellas, e incluso persiguen: lo que quieren es ser atractivas por mucho más tiempo, mas no llegar hasta los cien años o más.
¿A qué se deberá? Pues parece que en esto tiene que ver la ambición… pero del sexo con muchas hembras por parte de los machos, además claro de otros placeres y sueños como el poder y la riqueza. Pero resulta que como las mujeres históricamente han sido subyugadas y vistas como objetos, seres menos inteligentes, cuyo propósito era el de criar hijos, cuidar ancianos, dedicarse a la cocina y las labores del hogar, cuidar a los enfermos y heridos en las guerras… pues es lógico que en su memoria genética e histórica, no sientan una pulsión a pasar más tiempo en este planeta.
Nada sería peor

Alargar la vida por ser antinatural es un oprobio para la vida misma, pues somos tan soberbios, tan egoístas y faltos de miras, que pensamos en alargar solo la nuestra, —ah, y las de los ratones de laboratorio con los que están experimentando—, pero ninguna otra. Al contrario, entre más tiempo viva cada individuo, entre menos muerte haya para compensar la báscula, más recursos se deben emplear y si miramos bien, a hoy, con la capacidad desmedida de natalidad que hemos alcanzado, el planeta ya está sobre-produciendo recursos necesarios solo para habitación y comida, muy por encima de su capacidad renovable.
Sumemos pues entonces, la producción de artículos creados solo para el lujo y el entretenimiento, que se desechan por modelos más nuevos aun estando en plena vida útil o que se crean solo con el objetivo de adornar o aparentar. Productos que al final, serán los que querrán poseer los que más vida tengan, porque ¿si no es para vivir al tope y con lo mejor, para qué se va a querer vivir más?
Ahora solo imaginemos un grupo de humanos con acceso a este privilegio de vivir más y uno que no, es decir, una nueva categoría para excluirnos. Isaac Asimov hizo un intento por retratar este escenario, y fue muy generoso e ingenuo a mi parecer personal. Es más seguro que pase lo que se grafica en la película Elysium, es decir, lo que ocurre hoy entre el primer mundo y el tercer mundo. No vamos a dejar de ser humanos y eso de vivir por más tiempo no será un derecho de todos, sino un privilegio para quienes puedan acceder a él.
Yo no quiero
¡Ni por el patas! Desde que tengo doce años y empecé a escribir en un diario, estoy diciendo que esta vaina es muy larga. Ahora cerca del medio siglo de existencia estoy harto y sin esperanzas, pues me desanima lo que veo, oigo y conozco sobre lo que le estamos haciendo al planeta. Y ni qué decir sobre lo que pienso acerca de lo que nos hacemos a nosotros mismos como especie —desde la economía, la política, la ambición desmedida que destruye la naturaleza, la educación que les conviene a unos pocos, la psicología de grupo, en fin—, y como individuos —los ideales construidos por otros, el consumo de recursos innecesarios, el consumo de productos que dañan nuestro organismo, la mentalidad de disminución y minusvalía por no llenar estereotipos, y demás—.
Yo no quiero seguir más allá, al contrario ruego por el día en que esta vaina termine, pues descubrí por mis propios medios, a pesar de que lo he leído y escuchado por otros que lo lograron antes de mí, que despertar la conciencia de lo que en realidad se es y lo que se hace solo por existir, te termina doliendo y haciendo más pesado el existir. Te hace añorar la ignorancia, te obliga a repensar si en realidad valió la pena llegar hasta aquí.

Por mi parte espero que no se avance lo suficiente en el camino de lograr la vida orgánica eterna, es más, confío en que ese mismo cerebro que ha crecido para hacernos creer que somos una especie superior y que nos merecemos el dominio de la naturaleza, solo porque somos capaces de hacer matemáticas avanzadas, nos terminará regalando el camino a la extinción, que, dicho de largo, es lo más natural que debe suceder y que necesita el planeta para seguir su camino cósmico a su propia extinción miles de millones de años más allá. Sin nosotros, el planeta va a estar bien y entre más pronto, mejor.
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