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Un habitante del mundo de los sueños

  • andrestorocarvalho
  • 31 dic 2023
  • 8 Min. de lectura


¿Cómo sos vos para soñar?

Desde pequeño he sido un soñador, de los buenos, casi obsesivo. Siempre me ha gustado soñar y soñar. Se sueña dormido y despierto, y en ambas, soy experto. Aunque confieso que desde hace tiempo estoy alejado del acto de soñar despierto, porque me cansé. ¿Ah y por qué?, ¿tanto lo hacías que te hastiaste? No, la verdad no, la cuestión es que creo que por crédulo, por ingenuo, por humano.


A ver, mientras crecía, me llegó mucha información y de diferentes flancos, acerca de que los sueños (de los que se sueñan despierto) entre más se piense en ellos y energía mental se les invierta, más fácil y seguro se harán realidad. Si a eso se le sumaban algunos actos enfáticos como prender inciensos, escribirlos en una libreta de sueños para leerlos constantemente, hacer carteles o mapas y pegar imágenes o dibujos en un lugar que te haga recordarlos de manera constante durante el día, pues bueno, el porcentaje de factibilidad aumentaba ostensiblemente.


Hice la tarea, lo juro



Lo hice todo, vi videos, leí libros, me comí el cuento de muchas películas, asistí a conferencias, en fin. Soñé, pinté, escribí, dibujé, recorté fotos e imágenes, pegué, despegué, escondí, puse en el techo, en la puerta del closet, en el espejo, detrás de la puerta de la habitación… y nunca pasó nada. A ver, hay que ser justos y no se puede ser malagradecido, en medio de todo, algo se logró, solo que no de las maneras espectaculares que narran en El secreto, o como te lo prometen esos vende humo que ahora tratan como rockstars y que pasaron de ser culebreros a coaches —casi se me sale una calza—, que ahora no venden nido del pájaro macuá, lágrimas de birribí o pomadas de grasa’e mico, sino los cinco secretos para ser feliz, nueve maneras y media de hacerse millonario cagando o el secreto básico para ser exitoso en la vida.


Sí, pequé de soñador, tal vez me dejé llevar por esa frase de los abuelos que dice que se debe aspirar a ser papa para llegar a monaguillo, y entonces me vi manejando un Ferrari, vestido por Issey Miyake, con varios Rolex para escoger, dueño de una gran empresa, todo un playboy rodeado de modelos y viviendo en una mansión de no sé cuántas habitaciones.


Sin embargo, doy gracias a mi esfuerzo y obstinación, que me dio la posibilidad de tener un Twingo, vestirme con Arturo Calle, relojes tuve, Q y Q y hasta Cassio, pero como mi piel no soporta ningún material que no la deje respirar, todos terminaron oxidados y metidos en un cajón. He sido emprendedor y tuve una agencia de publicidad y luego una nanoproductora de televisión que se comió la naturaleza digital del negocio. La única modelo que conozco es a mi excompañera de la universidad María Elena y solo fuimos amigos, y eso de playboy no me cala bien porque muchos incluso me clasifican —aunque no me lo dicen de frente— como gurrero; y alguna vez tuve un apartamento en un decimosegundo piso, en el que para quitarse los zapatos había que sacar la basura para hacer espacio, o si no tocaba ponerlos encima de la cama. Pero, reitero, aun así, he sido feliz y agradezco profundamente a la vida pues he sido privilegiado, y he tenido más oportunidades que el 95% de los seres humanos que comparten conmigo este planeta.


Entonces ¿de qué te quejás?



No, si no me quejo, al menos de lo tenido y alcanzado, aunque sí de mi ingenuidad a la hora de creer. ¿Y es que creés que no se puede lograr? A lo mejor sí, seguro que sí, pero lo más teso de todo es que esos sueños en realidad no fueron míos. ¿Cómo así?, ¿no habías dicho que soñabas desde pequeño con esas cosas? Sí, en efecto, sin embargo, a la hora de analizar muy profundo en mi corazón, ahora me doy cuenta de que esos sueños fueron implantados, que en realidad no son míos sino del sistema, de ese que nos dice que la felicidad está en tener cosas, entre más costosas mejor y más feliz te harán sentir.


Yo soy medio hippie, sufro por el planeta, por el daño que le hacemos solo por existir. Me enferma ver el hiperconsumo en el que ha caído la humanidad, tengo miedo de la estúpida necesidad de tener cosas que no se necesitan, de la obligación con la que te hacen cargar con respecto a lo que significa ser exitoso y aparentar serlo. Me inquieta la idea de que el ideal de vida de todas las personas sea viajar… el turismo es el arma destructora del planeta más eficiente e implacable, pero como se muestra solo la cara buena y no la fea podredumbre que tiene detrás, pues se considera la carta salvadora del momento para cualquier territorio medianamente ambicioso. Pensá nada más en las toneladas de CO2 que genera un avión en un recorrido mínimo… ahora sumale la idea de los cuarenta y tantos millones de colombianos, en una supuesta igualdad, con la posibilidad de cruzar el océano para ir a conocer la Torre Eiffel.


No, así no le entro al juego, por eso me cansé de soñar despierto, porque no se hace realidad —y ahora lo agradezco—, porque no lo hice correctamente o al menos no a mi medida, a mi verdadera horma, y porque soñar no sirve de nada si no se trabaja y se sacrifican un montón de cosas para hacer los sueños realidad. Es decir, prefiero ponerme metas, objetivos a cumplir y hacer… no más soñar.


Los sueños oníricos



A las imágenes mentales que ocurren cuando estamos dormidos se les llama así. En este campo como dije, también soy un experto, y con esto me refiero a que desde que soy adolescente tengo la deliciosa y afortunada capacidad de recordar casi todos los días, mucho de lo que soñé.


Según varios estudios que se han hecho con relación a la actividad de soñar, las personas que tienen esta capacidad tienden a ser más creativas y a tener una sensibilidad especial a la atención a estímulos externos. Así que cuando estamos dormidos, seguimos muy atentos a lo que pasa a nuestro alrededor y despertamos con mayor facilidad, y como despertar en la etapa REM, que es la más profunda y en la que soñamos, es la causa de que podamos recordar lo que estábamos soñando, ahí está la razón. Por esto mismo, también tendemos a soñar en un mayor porcentaje que las personas que duermen como rocas. Hasta tres veces más.


El cerebro no tiene la capacidad de almacenar información mientras está dormido, por eso lo que se sueña no se graba e incluso cuando recordamos los sueños, es muy fácil perder esa información en el transcurso del día. Ah, y aprovecho esto para informar que hacer cursos de inglés o de cambios de hábitos como fumar, o decir malas palabras, escuchando grabaciones o incluso, bajo la supuesta hipnosis, no sirve de absolutamente nada. Lo expongo porque hay mucho incauto por ahí que cree en esas pendejadas.


En el reino de Morfeo



Morfeo es el dios griego de los sueños, habitante de las cavernas del Érebo, experto en imitar los andares, facciones e incluso el timbre de voz de los humanos, y que te conoce tan bien que suplanta a tus conocidos y amados, para poder enviarte mensajes, y a veces, influir en tu vida, hacerte tomar decisiones o ayudarte a elegir caminos. Ahora, los griegos del pueblo creían que era para ayudarlos a ellos, porque los amaba, pero… y es que estamos hablando de los dioses, en realidad todo lo hacía para saciar sus intereses egoístas.


Hubo un tiempo en el que creí como cualquier incauto, que en los sueños venían mensajes del futuro, y me levantaba emocionado, corría hacia donde mi mamá para contarle mis sueños, con la ilusión de que me los interpretara. Ella sabía mucho de eso, digo sabía porque ahora le gustan otras cosas y dejó a un lado esto. En realidad lo que hacía mi mamá era consultar varios libros que tenía y que por supuesto yo también leí después, en los que enseñaban a «interpretar los designios de los sueños».


Así que me emocionaba —no te imaginás cuánto—, cuando soñaba con ir al baño, o con popó, porque según todo diccionario de los sueños que existe, dice que eso significa que te va a entrar dinero. Jummm, si fuera por eso. ¡Ahhh veces que he soñado que estoy embarrado hasta las orejas!, es más, lo recuerdo como si fuera hoy, cuando tenía unos trece años soñé que una periodista me buscaba con cámaras y micrófonos para entrevistarme, yo estaba en botas de caucho, pantaloneta y camiseta, una gorra azul en la cabeza y un balde en cada mano, uno lleno de popó y el otro de vómito, y me estaban entrevistando porque yo era el dueño de «El palacio de la mierda», y en la toma de la cámara se veía detrás de mí, un campo enorme de montañas y montañas de todo tipo de mierda.


Sí, los sueños sí traen mensajes, pero no del futuro, sino de tu presente. Soñar es una acción psicológica que usa tu cerebro para decantar cosas de tu subconsciente. Para mostrarte cosas que requieren de tu atención, o simplemente para que descansés de la realidad y te divirtás un poco.


Ahora Morfeo soy yo



Bueno, suena bastante petulante es la verdad, pero si no soy el dios, al menos sí uno de sus hijos Oníros. ¿Qué por qué lo digo? Pues porque soñar para mí es el estado ideal. De tanto que sueño, y de tanto que me gusta, ya he construido, literalmente, varios mundos y los uso para desarrollar historias completas. Sí, sueño con personajes, tienen diálogos, hay acciones, problemas para resolver y les pongo final. Son películas completas casi siempre, a veces solo recuerdo fracciones de la historia, a veces bastante parte de toda la historia que luego al despertar escribo y que consigno en una carpeta de ideas para escribirlas luego.


Tengo en mi inventario varias casas que conozco desde sus cimientos hasta las terrazas. Unas son mías, otras de personajes o familiares. Según el diccionario de sueños, las casas representan tu cuerpo. Tengo edificios, unidades, ciudades completas, en donde sé hacia qué lado están las edificaciones o lugares que he construido, como un colegio, una escuela, una universidad, un centro comercial, una montaña de paseo a la que voy a volar en ala delta, la finca con piscina, el río, el mar… en fin.


Tengo el placer de ser muy frecuentemente Onironauta, es decir, cada cierto tiempo me hago consciente de que estoy soñando y que puedo controlar lo que pase. Así que, y como es lo que más me gusta y persigo, e incluso me autoprogramo antes de dormir para poder soñarlo: comienzo a volar como Supermán. Ahí vuelo sobre paisajes que he construido, con lagos, montañas, ciudades. Sobre edificios, árboles, antenas y cables que me encanta esquivar y que me dan sensación de referencia de altura. ¡Me encanta!


Me quiero ir a vivir a mi subconsciente



Sí, si me dieran a escoger, si pudiera decidirlo, quisiera vivir en el mundo que he creado, en el que puedo dominarlo todo, en el que yo, con el perdón de Morfeo, el dios soy yo. Ahí sucede lo que a mí me gusta, incluso lo que no me gusta pero puedo darle la vuelta. En este estado soy el héroe, a veces la víctima, allí no hay leyes físicas y lo más importante, no tengo los tres tinitus que me acompañan a diario y a veces me torturan.


Antes de acostarme tengo por hábito hacer meditación de diez o quince minutos: para bajar las pulsaciones del corazón, remansar los pensamientos, eliminar la ansiedad, dar gracias por la experiencia del día vivido y para ordenarle a mi mente que me dé muchos sueños, que pueda volar en ellos y que me acuerde de ellos cuando me levante.


He llegado al punto de… y esto aplica para esos momentos en los que uno se da licencia para pensar en pendejadas… preguntarme si al estar en estado de coma se sueña. He leído que en algunos casos sí sucede, en especial cuando el paciente está en estado de recuperación. De ahí vienen varios de esos cuentos de personas que han muerto por algunos segundos o incluso minutos, que tienen sensaciones extracorpóreas y que van a paraísos, asisten a juicios, ven seres queridos que ya no están, o que son llamados a cruzar un túnel.


Bien, he alcanzado a pensar que si fuera así, si eso pudiera pasar, me encantaría entrar en un estado de coma perpetuo y quedarme allí, soñando, viviendo en mi mundo y no volver a despertar. Esa es mi vida ideal.

 
 
 

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