Todos tenemos derecho a renunciar
- andrestorocarvalho
- 1 jul 2023
- 4 Min. de lectura
Las redes sociales traen consigo, dada su naturaleza, un estilo de publicaciones, y con esto, un tipo de personas o público objetivo muy específico que prosume (produce y consume) una clase de información que le satisface. Aún así, al tener cuentas y participar en diferentes tipos de redes sociales, hay unas ciertas tendencias que son comunes a todas… por supuesto, al fin y al cabo somos seres de la misma especie y tenemos terrenos colectivos en los que nos movemos.
El tema que me atrae e inspira para este texto es el del derecho a la renuncia que todos poseemos por nuestro propio bien, por nuestro bienestar, por la paz interior, por el bien común.
Desde que tengo conciencia, a lo largo de mi vida estudiantil y luego laboral, nunca me había tocado ver o saber de la insuperable necesidad del reclamo al derecho de renunciar como se ve ahora. A veces pienso que tal vez, mi generación fue la última a la que se le habló del insistir, resistir y no desistir; de ser fuerte, reparar antes de botar, dialogar y solucionar… o tal vez estoy equivocado, quizás esta es una idea solo mía.

Lo que dicen las redes
En fin, a lo que quiero llegar es a que de tanto ver en Linked In que si tu empresa no te da lo que necesitas para crecer, que si tu jefe no es el líder que te habías soñado toda la vida, que si no sientes que te están pagando lo suficiente para vivir la vida digna que te mereces, entonces debes entregar tu carta de renuncia de inmediato.
En Twitter se le pide la renuncia al presidente, al alcalde o al político de turno hasta volverlo tendencia por lo menos una vez al mes, no importa que sea de izquierda o de derecha.
En Facebook se resalta la necesidad de apartarse, cerrar puertas y huir lejos de las relaciones tóxicas ya sean amorosas, familiares, de amistad, en fin.

Lo que no sirve, estorba
El cuento me ha calado… como dice el dicho: tanto va al cántaro el agua, hasta que este al fin se rompe. De todas maneras tiendo a ser muy llevado de mi parecer, a veces intolerante y hasta intransigente, pero soy muy propenso a la lógica y me gusta la argumentación, así que siempre, antes de tomar una decisión pienso, repienso y sopeso la información que tengo.
Soy de retener las cosas por más tiempo del que normalmente lo haría alguien más. Soy aguantador, pero cuando tomo la decisión de soltar, botar, terminar, renunciar, dejar ir… es definitiva, total y para siempre. Eso me enseñó la experiencia, porque cuando no fue así, sufrí el doble.
Cerrar la puerta, ponerle la tapa al bote de basura, decir adiós por última vez, es algo que me toma mucho tiempo la mayoría de las veces, pero cuando es, es.
En fin, la hipocresía
El mensaje de renuncia, renuncia, renuncia, manda todo para la mierda si no te satisface, haz lo necesario para salir de ahí donde no eres feliz, se contradice constantemente. Las mismas personas o cuentas que hablan de renunciar, son las que insisten en que no renuncies. Los mensajes con los que se contradicen, son esos en los que invitan a seguir intentándolo. Los que motivan a pararse del piso. Los que dicen que se use el fondo para impulsarte para arriba. El mensaje entonces es contrario, porque se vale renunciar a todo, pero no se puede renunciar a nada.

¿Y si no quiero seguir, por qué tengo que seguir?
Eso es lo que se puede preguntar todo el mundo, sin excepción, cuando se admite que hay algo que ya no te satisface, que te hace miserable la existencia, que te invita a llorar todo el tiempo, que no te permite estar a gusto. Pero, no aplica a todo, casi a todo, pero no al total.
Hace un tiempo no se permitía ni siquiera pensar en mandar a la porra a la misma familia, porque familia solo hay una, no se elige, es impuesta y había que aceptarla tal y como viniera. Pero la psicología moderna ha reconocido que si lo que te hace daño es un familiar cercano, tanto como los mismos padres, entonces ya no hay que aguantarse a ese ser tóxico que te hace daño e infeliz. Si toca alejarlo y decirle adiós, pues se le perdona, se le empaca y se le despide. ¿Verdad?

¿Y si el problema soy yo?
Miro, reviso, rememoro, analizo y llego a la misma conclusión: el problema mío, soy yo. Es más, el principal enemigo que cualquiera pueda tener, es uno mismo, solo que algunos tenemos más entropía en nuestra existencia que otros. Solo algunos tienen la posibilidad de mirar lo suficiente hacia adentro, como para terminar reflejándose hacia afuera. Lo dijo Nietzsche: «si miras fijamente el abismo, el abismo te devuelve la mirada».
Si el problema entonces soy yo ¿por qué no puedo renunciar? «Renuévate, busca un propósito, haz terapia, busca otro camino» … pero nada de eso hace que yo, deje de ser yo. «Es que vas a ser distinto, te vas a reinventar» … falso, sigo siendo yo pero con otras vestiduras… el problema sigue estando ahí, porque sigo siendo yo… siempre yo.
La cosa va en que ya no quiero seguir siendo… no quiero seguir estando, que nada me satisface, que nada me hace feliz, que no hay un propósito, y por más claro que sea, por más concluido que estén tanto el problema como la solución, simplemente no se puede, no es permitido, está prohibido. ¿Qué toca hacer? Lo que los otros dicen, lo que los otros quieren, mandan, aunque por dentro, muy, pero muy profundo, vos sabés que es innecesario, una completa pérdida de tiempo, recursos y energía.
Ser y estar porque otros no pueden con la idea de que no seas, no estés, es una nueva condena, un nuevo grillete que pesa mucho y se lleva al cuello, en las muñecas y en los tobillos… que no te deja correr… no, que no te deja volar, ser universo, ser infinito, llegar a la isla atómica azul del inicio, que es lo que se anhela.
Pero es que cuando toca… toca. Ahí sí hay es que agarrarse de lo que queda, y eso es lo que dijo la sabia y nunca reconocida sabia: «abuelita… lléveme».

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