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Recuerdo cuando el porno era decente

  • andrestorocarvalho
  • 7 feb 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 mar 2023

«El que niega la paja, niega la madre», era una de esas horrenda frases con las que mis tíos jugaban a sacarme una confesión cuando era un adolescente calenturiento. Hoy, en mis días de adulto, hay otra que se podría ubicar en el mismo lugar moral de negación ante la sociedad: «el que niegue que ve porno, es capaz de negar hasta a su propia madre».

Es muy malo generalizar en cualquier categoría, pero estoy muy seguro de que una inmensa mayoría de las personas que tienen acceso a Internet, ven porno con alguna regularidad, porque, este ha dejado de ser tan decente, que se puede disfrutar hasta en las redes sociales: explícito en Twitter, soft en Instagram, historias de Facebook y en Tik Tok, en fin.

La exploración del porno en la historia

Si bien este ha existido desde la época de los daguerrotipos, ya que la curiosidad humana y la necesidad de explorarnos como especie nos fecunda incluso desde la pintura, eso de fotografiarnos, grabarnos, filmarnos e inmortalizarnos en la nube, y sacarle uno que otro centavito, ha venido «evolucionando» o «involucionando».

Yo sé que voy a sonar muy puritano, y también sé que en cuestiones de exploración de sensaciones no hay límites ni tapujos —solo hay que leer a el Marqués de Sade, o incluso el mismo Kama-sutra—, pero es que el porno de hace unos veinte años era más pudoroso, por llamarlo de alguna manera.


El porno de antes

Tuve la fortuna de conocer a Edgar Escobar, escritor, director de cine y pornógrafo, en el año 2001. Yo trabajaba en una empresa de producción audiovisual y nos encargábamos de editar y apoyar a veces en la producción, sus películas pornográficas. Recuerdo que nos contaba que su distribuidor en Los Ángeles California, era muy riguroso con lo que pedía y permitía. Una de las reglas que más recuerdo era que estaba prohibido por ley en los Estados Unidos, en el porno distribuido en cines y lugares de alquiler, el fisting, es decir la introducción proctal o vaginal de la totalidad o parcialidad de una mano; me decía que incluso, estaba prohibido meter solo el dedo pulgar, nada más se permitían máximo dos dedos, el anular y el índice como máximo, y que tampoco se podía usar los pies.

Don Edgar era tajante con eso y lo recalcaba junto con otras normas que hoy, parecerían ridículas. He de anotar que él era un artista formado en escuelas romanas de cine y sus producciones eran reconocidas por contar historias con contenido, complementadas con sexo explícito.


El porno de hoy versus el de ayer

Hoy la cosa es diferente, en el porno con el que me tocó crecer, había vello púbico, hoy esa es una categoría y es considerada aberración por los más jóvenes. Hoy el fisting es normal, ya es la mano completa, incluso hasta dos de dos participantes diferentes, se permiten objetos, orgánicos e inorgánicos, y no solo de diámetros ilógicos, sino de longitudes que te hacen comprender lo raros que podemos llegar a ser como especie. Antes se fantaseaba con la mucama francesa, la enfermera sexy, la diablilla, hoy son personajes del mundo de los dibujos animados. Antes vimos a la Cicciolina teniendo sexo con una serpiente, con un perro y hasta con un caballo, hoy se pueden encontrar alienígenas o incluso, pulpos gigantes con tentáculos eyaculadores.


La moral en el porno

«Encontré a mi hija masturbándose y se lo metí», «Me comí a mi hermana para demostrarle que no era gay», «No me aguanté y violé a mi madre», son los títulos con los que intentan llamar la atención en las páginas de videos porno, es decir, a mí me suenan incestuosos, pero resulta que para los consumidores no lo es, porque a lo que hace alusión es al padrastro, la madrastra y los hermanastros... así que comprendo que esto se debe a una condición social que se nos debe a mi generación, esa que comenzó a vivir los matrimonios que no duran eternamente como los de nuestros padres, y que terminamos tendiendo a casarnos dos, tres y hasta cuatro veces como Marc Anthony, y en cada matrimonio, nos atrevimos a tener hijos, para terminar juntando bajo el mismo techo, a los míos, los tuyos y los nuestros. Esto terminó logrando crear en algún momento, de estos tiempos modernos de moral de pasta, haciendo creer que si la esposa o el esposo de mi padre, o madre, o sus hijos, no son biológicamente parientes, pues, esa vaina no es incesto, y podemos sucumbir a los deseos.


Me hice viejo pues

Esta es mi conclusión, y entonces como es evidente cada generación que avanza, es decir degeneración, los preceptos éticos y morales caducan o se modifican, por lo tanto, si no sos capaz de acomodarte, es que te volviste viejo, porque el resto del mundo se te adelantó.

¿Moralista? A las luces de los de hoy, que no ven ningún problema en lo que están consumiendo y que ante mis declaraciones anteriores, ven un problema de enfoque y me quieren juzgar de retrógrado, sí, sí soy moralista.


En mi hogar, desde temprana edad me dieron acceso a la información sobre el sexo que quise, necesité y pedí. Mis padres fueron abiertos con el tema, nos compraron a mis hermanos y a mí, una enciclopedia del sexo, en la biblioteca había libros como El informe Hite, el diccionario visual del sexo, Grushenka, libros del Marqués de Sade, en fin. Así que no me considero un moralista sexual censurador, ni pretendería serlo, ni más faltaba, pero, sí entiendo que hay unos límites, incluso en una industria como la de la pornografía, que transgrede lo que es sano, bueno y recomendable. Esa forma de ver las cosas, de que todo es válido, y demalas, usted verá qué consume y que no, tiene más de malo que de bueno.

Pero no me hagan caso, eso es lo que opino yo, y como dijo alguna vez Clint Eastwood: «las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene una, y por lo general, apestan».



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