La verdadera importancia de soñar
- andrestorocarvalho
- 11 jul 2023
- 7 Min. de lectura

Eso de soñar me ha servido mucho porque es gratis, porque relaja, porque ha sido un gran método para escapar de la realidad abrumadora, pero para nada más. Hasta hace poco me declaraba como un soñador consumado. Recuerdo pasar noches enteras desde la infancia, soñando cosas que quería que me pasaran en la vida, lo hacía con lujo de detalles, nombres, situaciones, todo. Y repetía, volvía y soñaba hasta el punto de ya no soñar, sino recordar, con anhelo, con esperanza… eran tan vívidos que juraba que ya lo había experimentado.
Me sentía seguro de que lo había deseado con tanta fuerza, que la vida me lo tenía que dar, era lógico ¿no? ¿Acaso no es de dominio público aquella frase que dice: «pídelo tanto que la vida tenga que dártelo»? Bueno, a lo mejor es que lo que pedía era demasiado, podría pensar el que esto lea… y sí, a veces tal vez sí, en especial cuando era niño. Claro, soñé con que me pasaran cosas que leía en los cómics o veía en mis películas preferidas, ya sabés: ser Supermán, o conocer un extraterrestre, hacerme su amigo y tenerlo escondido en mi closet para salir a montar en bicicleta por la noche con él. Hasta soñé siendo Depredador, no «Arnoldo Suarezyepes», el que lo vence, sino el gigante con rastas de carne y boca de cangrejo, y lo quería para cazar maleantes en el centro de Medellín y hacer justicia causando terror.
Sueños que podían hacerse realidad
Pero conforme iba creciendo mis sueños fueron «madurando», y bueno, aunque todavía me encantaría poder volar como Supermán (lo de la fuerza y parar balas con el pecho va y viene), o incluso poder teletransportarme como David Rice, el de Jumper, también alguna vez soñé con alcanzar cosas posibles: hacer una carrera universitaria, conseguir un trabajo bien bacano en el que ganara buen dinero, un día casarme y tener familia, tener una finca, viajar por el mundo, ser reconocido por hacer algo grande y terminar mi vida como un gran hombre, sí, soñé con ser un prohombre y cerrar los ojos para ir al infinito como lo han hecho otros seres humanos excepcionales, en medio de la gloria.
Tuve muchos otros sueños, como tener un tipo de carro, y una motocicleta también. Hacerle el amor a un tipo de mujer, o tal vez a varias… Soñé con vivir en un lugar de ciertas características especiales, hecho a mi gusto y placer. También con ser el tipo de hijo, hermano y tío que daba, regalaba, complacía con cierta clase de «locuras». Quise llegar a ser un ciudadano ejemplar, una especie de ser humano muy inteligente que se comportaba de tal o cual manera que generara cierto tipo de respuesta en los otros. Soñé con enamorarme de cierta forma, con mariposas en el estómago, sentir que me moría de amor por alguien que me correspondía de la misma manera y que vivíamos una historia de película. Cosas normales.
Nada se ha cumplido
No voy a, no puedo permitirme ser maladesgraciado… eh, malagradecido, en verdad he sido un ser humano muy afortunado, pues si se tornan las cosas a través del cristal subjetivo que permite mirar al pasado, mi vida ha sido excepcionalmente buena y bien vivida. Una vida ordinaria con momentos extraordinarios, y eso, ha hecho que valga la pena vivirla. Pero, si esto se tratara de tachar cosas soñadas, cumplidas, en una lista… bueno, nada se ha cumplido, al menos no exactamente. Es como si algunas por ejemplo se hubieran cumplido a medias, como ajustadas con miaos.
Soñé con tener un Ferrari F40, pero tuve un Twingo Autentique, con él pasé bueno y paseé mejor, fue una total bendición. Siempre quise una motocicleta de alto poder, una Ninja Kawasaki 1000, una Harley Davidson o una Ducati, pero tuve una Auteco Plus 150; de verdad que la amé con todo el corazón, me sirvió y soportó el uso y el abuso de mi parte. Soñé con casarme, súper enamorado, con pedida de mano con rodilla al piso y tener una familia ejemplar; pero me pidieron la mano por teléfono, a mí, con ultimátum, «o es este año o terminemos con esto»; ella tenía hijos, así que inicié con una familia ya creada, que venía con todos los aparejos completos, así que ni muebles tuve que comprar; los amé: a ella con pasión, con fuerza a mis entenados, y viví verdaderos momentos felices y memorables.
Soñé con hacer una carrera; estudié mientras tenía tres trabajos para poder hacerla.

Esperé tener un gran trabajo, nunca lo he tenido, me refiero a uno por el que me pagaran por hacer lo que estudié y me pudiera destacar… por lo general trabajé por migajas, por porcentajes que nunca fueron suficientes. Tuve que buscar otros caminos que me dieran satisfacción y logré en campos afines, uno que otro buen momento. El mejor trabajo que he tenido, me lo dio la experiencia: ser docente universitario por diez años. Pero en radio, televisión o en publicidad como tal, nunca obtuve nada que valiera la pena (desde lo financiero), más allá de ser feliz haciendo algo desde el alma… y con eso fue suficiente, pero eso también cansa y te genera preguntas y sobre todo, dudas, de esas que carcomen por dentro.
El mayor sueño
Siempre me han gustado las historias, que me las cuenten y contarlas. Por eso creo que he soñado con ser escritor desde niño, pero, apenas me hice consciente de quererlo como lo máximo a lo que podía aspirar por encima de cualquier cosa, hace unos pocos años. Así que decidí dejar todo a un lado para concentrarme en realidad en lo que soñaba: ser un escritor publicado. Enfilé mis baterías, solté lo que me pesaba, alejé lo que me distraía y empecé a forjar el sueño. Cuando concebí el primer libro: El diablo en pelota, logré que se viera tal y como lo había imaginado, creo que hasta mejor llegó a ser. Solo quedaba entregárselo al mundo.
Soñé y planeé su lanzamiento con tanto amor, con tanta pasión… pasé tantas noches en vela pensando, maquinando. Luego pasé días consiguiendo lo que necesitaba para lograrlo: un lugar especial, un restaurante que se construyó en el patio de la casa del personaje sobre el que había escrito el libro —Carrasquito había jugado en ese terreno cuando había sido niño—, me lo conseguí completamente gratis para hacer su presentación. Me conseguí el vino para brindar y festejar con mis invitados, patrocinado. La comida también la conseguí patrocinada y dos amigos cocineros profesionales, me armaron el menú y me iban a hacer los platos para la celebración. Invité periodistas de todo tipo, amigos, familia y tenía unos invitados famosos que confirmaron con anticipación que me acompañarían: eran modelos, presentadores de televisión nacional y actrices y actores reconocidos. Todo estaba listo para lanzarse, mi mayor sueño se iba a cumplir por fin, tal y como lo había imaginado… pero, la vida se burla de los planes, y justo el día en que se iba a ejecutar fue que nos encerraron en nuestras casas por cuenta del Covid 19.
Así que como para no perder la costumbre, ajustamos el sueño con una presentación vía Zoom, había un montón de invitados, pero solo unos pocos estuvieron presentes.
Traté de compensar lanzando mi segundo libro el mismo año, en diciembre: Se arregla la DePresión. Para este, tenía el apoyo de una de las agencias de prensa más importantes de la ciudad, que en contraprestación a unos servicios que les presté, se ofrecieron a manejarme todo el lanzamiento del libro. Estaba feliz… se hizo por Meet, asistieron algunos amigos y unos periodistas que me apoyaron. Estuvo muy bien, por supuesto, pero todo fue a través de pantallas, nunca he podido ver a un público cercano que me busque como autor…

Soñar ¿para qué?
Reafirmo y confirmo que no ha sido malo nada en realidad, y que como buen espécimen de la raza humana, me he adaptado para poder sobrevivir, aunque suene un poco radical, pero es verdad. Soñé alguna vez, pero no salió como quería; SOÑAR NO SIRVE PARA NADA, pero tuve mis versiones de mis sueños y esas fueron las que me forjaron como soy hoy, y lo más importante: me dieron la capacidad de entender cuál es la dinámica de este cuento al que llamamos vida.
Ahora entiendo por qué es tan incisivo ese discurso en las redes sociales, en la televisión y las películas de: sueña, sueña y sueña; es que es la única forma de no volvernos locos con la realidad. Si la publicidad no nos pusiera referentes de a dónde podrías llegar si… entonces la locomotora que mueve el mercado se detendría. Tener los ojos tapados, o mejor, nublados con una posibilidad de llegar a ser, llegar a tener, es más beneficioso para que el mundo siga girando. Los soñadores se siguen moviendo, la siguen remando por sus sueños imposibles, pero en su consecución es que van poniendo su grano de arena para que todo vaya rodando. Renault existe entonces porque los que quieren un Ferrari se pueden contentar mientras con un Twingo. Moyes necesita gente que sueñe con volar como Supermán, para que compre sus alas delta y vuele, así como lo hice yo.
A este mundo no le sirve la gente que abre los ojos, no quiere gente que entienda la verdadera dinámica de esta mierda. Voy a cerrar este texto urobórico con lo mismo que empezó… soñar solo me ha servido para relajarme, para sustraerme de la realidad, porque es gratis… ya no lo hago en realidad, dejé de hacerlo, lo confieso. Pero, lo sustituí por lo que debe ser, lo que entendí que se tiene que hacer en vez de, y eso es: ponerse metas, objetivos, eso es lo que hay qué hacer. Con ideas más aterrizadas y un plan, tal vez se logre algo, incluso, hasta puede pasar que la vida suelte uno que otro «milagro» y supere tus expectativas. Sí, eso suena mejor, atenerse a esa frase que dice: es mejor no crearse expectativas, para no desilusionarse.
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